Incentivar en los alumnos el afán de superación y recuperar el valor de la cultura del esfuerzo en España como medio para aumentar el éxito escolar.
Sí, he dicho bien, AUMENTAR EL ÉXITO! Basta ya de hablar de FRACASO ESCOLAR
Transmitir tanta negatividad lo único que aporta es derrotismo, creo que es preferible afrontar la situación desde el lado del optimismo y centrarse en la mejora, en lo que SÍ se consigue.
Tras debatir la idoneidad o no de inculcar esta cultura del esfuerzo en las aulas, se llaga a la conclusión de que es muy positivo, siempre y cuando se tengan en cuenta una serie de matices, que se desarrollan a continuación. Empecemos!
En primer lugar, destacar que lo verdaderamente importante es el afán de superación PERSONAL, es decir, el esfuerzo como vía para conseguir la mejor versión de uno mismo y no centrarse en superar a los demás, lo cual sería básicamente competitividad. Paradójicamente, en ese caso podría obtenerse el resultado opuesto al pretendido, ya que podría darse la casuística de obtener buenos resultados o mejorar considerablemente los resultados individuales, y aún así sentirse frustrado o insatisfecho si no se es el mejor, si otros han obtenido mejores resultados.
En segundo lugar, hacer eco también de que el reconocimiento al esfuerzo es un factor clave, hacer ver y sentir que se está trabajando bien, que merece la pena, en definitiva, sentirse valorado y realizado. No es lo más importante el resultado final (medido bajo la misma regla numérica para todos, en la que no se tiene en cuenta el proceso), sino el grado de mejora obtenido. Todo esfuerzo tiene su recompensa y tiene que ser valorado, de no ser así, si se toma sólo como medida el resultado final y éste no es el esperado, el esfuerzo iría ligado a "no sirve para nada" y la consecuente baja de autoestima o ganas de abandono.
Ambas reflexiones van ligadas a un mismo concepto "La educación no es una COMPETICIÓN"
No caigamos en el ejemplo de Corea, en el que vemos que el esfuerzo llevado al límite para lograr los mejores resultados, no desencadena sólo una ola de infelicidad, insatisfacción o baja autoestima, sino que ha traído consigo un número alarmante de casos trágicos que han llegado incluso al suicidio. Claro ejemplo de que someter al alumnado a una presión desorbitada no conduce al éxito.
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